I. RITO DE LA BENDICIÓN

Ritos iniciales

El celebrante dice:

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Todos se santiguan y responden:

Amén.

Luego el celebrante saluda a los presentes, diciendo:

La gracia y la paz de Dios, nuestro Padre, de quien, por el Hijo nacido de la Virgen, procede todo bien, estén con todos vosotros.

U otras palabras adecuadas, tomadas preferentemente de la sagrada Escritura.
Todos responden:

Y con tu espíritu.

O de otro modo adecuado.

El celebrante dispone a los presentes para la celebración de la bendición, con estas palabras u otras semejantes:

La Santísima Virgen, predestinada desde toda la eternidad, junto con la
encarnación del Verbo Divino, para ser Madre de Dios, fue aquí en la
tierra la santa Madre del Redentor y cooperó de un modo singular a su
obra.
Esta disposición de la Divina Providencia es puesta de relieve, de manera
muy apropiada y admirable, en aquella forma de oración que se llama el
rosario; por esto, los pastores de la Iglesia han tenido siempre en gran
aprecio y han recomendado vivamente el rezo del rosario. Con razón,
pues, la Iglesia concede una especial bendición a los rosarios y a los que,
rezando el rosario, recuerdan y meditan los misterios de nuestra
redención, para que, con María y por medio de María, Dios reciba
nuestra alabanza.


Lectura de la Palabra de Dios

Luego el lector, uno de los presentes o el mismo celebrante, lee un texto de la Sagrada Escritura, seleccionado principalmente entre los que propone el Leccionario del Misal Romano en el Común de santa María Virgen (2), o bien entre los que se proponen a continuación.

Lc 2, 46-52: La madre de Jesús conservaba todo esto en su corazón

Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Lucas.
A los tres días, María y José encontraron al niño Jesús en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas; todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba. Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre:
—«Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados.»
Él les contestó:
—«¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?»
Pero ellos no comprendieron lo que quería decir. Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres.
Palabra del Señor.

O bien:

Hch 1, 12-14: Todos se dedicaban a la oración en común, junto con María, la madre de Jesús

Escuchad ahora, hermanos, las palabras de los Hechos de los apóstoles.
Después de ver subir Jesús al cielo, los apóstoles se volvieron a Jerusalén,
desde el monte que llaman de los Olivos, que dista de Jerusalén lo que
se permite caminar en sábado.
Llegados a casa, subieron a la sala, donde se alojaban: Pedro, Juan,
Santiago, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Santiago el de
Alfeo, Simón el Celotes y Judas el de Santiago. Todos ellos se dedicaban
a la oración en común, junto con algunas mujeres, entre ellas María, la
madre de Jesús, y con sus hermanos.
Palabra de Dios.

El celebrante, según las circunstancias, exhorta brevemente a los presentes, explicándoles la lectura bíblica, para que los fieles perciban por la fe el significado de la celebración y aprendan más fácilmente la manera de rezar el rosario con piedad y provecho.

Preces

Si se estima oportuno, antes de la oración de bendición puede hacerse la plegaria común.
Entre las intercesiones que aquí se proponen, el celebrante puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras más directamente relacionadas con las circunstancias de los presentes o del momento.

Ya que con razón el rosario es considerado como una señal particular de
nuestra devoción a la Virgen María, por intercesión de la misma Virgen,
invoquemos al Señor, diciendo:

R. Haz, Señor, que, por María, nos unamos más íntimamente a Cristo.

Padre clementísimo, que elegiste a María, por la aceptación de tu palabra,
como colaboradora en la obra de la redención, haz que tu Iglesia, por intercesión de la misma Virgen santísima, reciba con abundancia los efectos de la redención. R.

Tú que, al unir tan estrechamente a la Virgen María con Cristo, tu Hijo, la colmaste admirablemente con la plenitud de la gracia, haz que la sintamos siempre como intercesora de la gracia. R.

Tú que en la Virgen María has querido darnos un modelo perfecto de seguimiento de Cristo, haz que nos esforcemos por reproducir en nuestra vida los misterios de la salvación que en el rosario piadosamente recordamos. R.

Tú que enseñaste a la Virgen María a conservar en su corazón todas tus
palabras, haz que, a imitación suya, recibamos con fe y practiquemos las palabras de tu Hijo. R.

Tú que diste el Espíritu Santo a los apóstoles cuando estaban orando con María, la madre de Jesús, concédenos que, dedicados a la oración, así como vivimos por el Espíritu, marchemos tras el Espíritu. R.

El celebrante dice la oración de bendición, como se indica más adelante.

Cuando no se dicen las preces, antes de la oración de bendición el celebrante dice:

Oremos.

Y todos oran durante algún tiempo en silencio. Luego el celebrante dice la oración de bendición.

Oración de bendición

El celebrante, con las manos extendidas, dice:

Bendito sea Dios, Padre nuestro, que nos concede recordar y celebrar con fe los misterios de su Hijo. Él nos dé su gracia, para que, sostenidos por la piadosa súplica del rosario, nos esforcemos por meditar y conservar continuamente en nuestro corazón los gozos, los dolores y la gloria de Jesús, junto con María, su madre. Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén.

O bien:

Te pedimos, Dios todopoderoso, que tus fieles, al recitar devotamente el rosario, imploren confiadamente la protección de la Virgen María y, meditando asiduamente los misterios de Jesucristo, los reproduzcan en su vida. Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén.

O bien:

Dios todopoderoso y lleno de misericordia, que, por el gran amor que nos tienes, quisiste que tu Hijo se hiciera hombre en el seno de la Virgen María, por obra del Espíritu Santo, que sufriera la muerte de cruz y que resucitara de entre los muertos, dígnate bendecir a todos los que hagan uso de estos rosarios en honor de la Madre de tu Hijo, orando con los labios y el corazón, para que aumente su devoción y, en la hora de su muerte, la misma Virgen María los lleve a tu presencia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén.

Luego sigue la piadosa recitación del rosario, según las costumbres del lugar.

Conclusión del rito

Después del canto de una antífona, por ejemplo, Dios te salve, Reina y Madre, u otro canto adecuado, el celebrante concluye el rito, diciendo:

Dios, que, por medio de santa María Virgen, ha llenado el mundo de
alegría, se digne colmaros de su bendición.

R. Amén.

Y a todos vosotros, que estáis aquí presentes, os bendiga Dios todopoderoso, Padre, Hijo ✠ y Espíritu Santo.

R. Amén.

II. RITO BREVE

Al comienzo, el celebrante dice:

Muéstranos, Señor, tu misericordia.

Todos responden:

Y danos tu salvación.

El celebrante dispone a los presentes para la celebración de la bendición, según las
circunstancias.

Uno de los presentes, o el mismo celebrante, lee algún texto de la Sagrada Escritura.

Lc 2, 51b-52: La madre de Jesús conservaba todo esto en su corazón. Y
Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los
hombres.

Hch 1, 14: Todos ellos se dedicaban a la oración en común, junto con
algunas mujeres, entre ellas María, la madre de Jesús, y con sus
hermanos.

Luego el celebrante dice, con las manos extendidas:

Bendito sea Dios, Padre nuestro, que nos concede recordar y celebrar con fe los misterios de su Hijo. Él nos dé su gracia, para que, sostenidos por la piadosa súplica del rosario, nos esforcemos por meditar y conservar continuamente en nuestro corazón los gozos, los dolores y la gloria de Jesús, junto con María, su madre.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén.

O bien:

En memoria de los misterios de la vida, muerte y resurrección de nuestro Señor, para honra de la Virgen María, Madre de Cristo y de la Iglesia, sea bendecida la persona que ore devotamente con este rosario: en el nombre del Padre, y del Hijo, ✠ y del Espíritu Santo.

R. Amén.

Fórmula breve

En determinadas circunstancias, el sacerdote o el diácono puede emplear la siguiente fórmula breve:

En el nombre del Padre, y del Hijo, ✠ y del Espíritu Santo.

R. Amén.