I. RITO DE LA BENDICIÓN

Ritos iniciales

Reunido el pueblo, el celebrante dice:

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Todos se santiguan y responden:

Amén.

Luego el celebrante saluda a los presentes, diciendo:

La gracia, la misericordia y la paz del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo estén con todos vosotros.

U otras palabras adecuadas, tomadas preferentemente de la Sagrada Escritura.
Todos responden:

Y con tu espíritu.

El celebrante dispone a los presentes para la celebración de la bendición, con estas palabras
u otras semejantes:

Los objetos piadosos que habéis traído para bendecir muestran, cada uno a su manera, vuestra fe, ya que sirven para recordar el amor de nuestro Señor, o también para aumentar vuestra confianza en la ayuda de la Santísima Virgen María y de los santos. Al pedir la bendición del Señor sobre estos objetos e imágenes, lo que hemos de procurar ante todo es dar el testimonio de vida cristiana que de nosotros exige el uso de estos objetos.

Lectura de la Palabra de Dios

Luego el lector, uno de los presentes o el mismo celebrante, lee un texto de la sagrada
Escritura, seleccionado principalmente entre los que se proponen a continuación.
También pueden emplearse otros textos adecuados al rito.

2 Co 3, 17b—4, 2: Reflejamos la gloria del Señor y nos vamos transformando en su imagen
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pablo a los
Corintios:
Donde está el Espíritu del Señor hay libertad. Y nosotros todos, que llevamos la cara descubierta, reflejamos la gloria del Señor y nos vamos transformando en su imagen con resplandor creciente; así es como actúa el Señor, que es Espíritu. Por eso, encargados de este ministerio por misericordia de Dios, no nos acobardamos; al contrario, hemos renunciado a la clandestinidad vergonzante, dejándonos de intrigas y no adulterando la Palabra de Dios; sino que, mostrando nuestra sinceridad, nos recomendamos a la conciencia de todo hombre delante de Dios.

Palabra de Dios.

Pueden también leerse: Rm 8, 26-31; ICo 13, 8-13; I Co 15,45-50; 2 Co 4, 1-7; Ga 1, 1. 3-5;
2, 19b-20; Ef 3, 14-21; Col 3, 14-17; Lc 11, 5-13; Le 18, 1-8.

Después de la lectura, se hace oportunamente la homilía, en la cual el celebrante explica la lectura y el significado del rito.

Antes de la oración de bendición puede hacerse la plegaria común. Entre las invocaciones que aquí se proponen, el celebrante puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras directamente relacionadas con las circunstancias de los presentes o del momento.

Nosotros, hermanos, no queremos tener un semblante de piedad, sino que la profesamos de corazón; por esto, invoquemos al Señor, diciendo:
R. Envíanos, Señor, el espíritu de piedad.

Dios clementísimo, que quieres que recordemos siempre tus maravillas,
haz que la visión corporal de estos objetos materiales nos eleve a la
contemplación de los signos de tu misericordia. R.

Tú que deseas que te demos culto en espíritu y verdad, concédenos que, con la ayuda de estos objetos y de lo que significan, practiquemos siempre la justicia y la piedad. R.

Tú que, por medio de tu Hijo, nos diste el mandato de orar siempre, haz que, dedicándonos a la oración, podamos llevar una vida con toda
piedad y decoro. R.

Tú que, en tu Iglesia, distribuyes de manera admirable diversidad de
ayudas para nuestra santidad y piedad, haz que lo que recibimos de manos de la Iglesia lo utilicemos para crecimiento de ella. R.

Cuando no se dicen las preces, antes de la oración de bendición el celebrante dice:


Oremos.

Y todos oran durante algún tiempo en silencio.
Luego el celebrante dice la oración de bendición.

El celebrante, con las manos extendidas, dice:

Bendito seas, Señor, fuente y origen de toda bendición, que te complaces
en la piedad sincera de tus fieles; te pedimos que atiendas a los deseos
de tus servidores y les concedas que, llevando consigo estos signos de fe
y de piedad, se esfuercen por irse transformando en la imagen de tu Hijo.
Que vive y reina por los siglos de los siglos.

R. Amén.

Conclusión del rito

El celebrante concluye el rito, diciendo:

Dios, que en Cristo nos ha revelado su gloria, haga que vuestra vida seaimagen suya, para que podáis un día gozar de su presencia gloriosa.

R. Amén.

Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo ✠ y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.

R Amén.


II. RITO BREVE

Al comienzo, el celebrante dice:

Muéstranos, Señor, tu misericordia.

Todos responden:

Y danos tu salvación.

El celebrante dispone a los presentes para la celebración de la bendición, según las
circunstancias.

Uno de los presentes, o el mismo celebrante, lee algún texto de la Sagrada Escritura.

Rm 8, 26b. 27b: Nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables, y su intercesión por los santos es según Dios.

Col 3, 17: Todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre
del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.

Lc 11, 9- 10: Os digo a vosotros: «Pedid y se os dará, buscad y hallaréis,
llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca halla, y al
que llama se le abre.»

Luego el celebrante dice, con las manos extendidas:

El Señor, con su bendición, ✠ se digne aumentar y fortalecer tus
sentimientos de devoción y piedad, para que transcurra sin tropiezo tu
vida presente y alcances felizmente la eterna. Por Jesucristo, nuestro
Señor.

R. Amén.


Fórmula breve

En determinadas circunstancias, el sacerdote o el diácono pueden emplear la siguiente fórmula breve:

En el nombre del Padre, y del Hijo, ✠ y del Espíritu Santo.

R. Amén.